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Mostrando las entradas de 2017

Horacio Quiroga EL HOMBRE MUERTO

Horacio Quiroga EL HOMBRE MUERTO           El hombre y  su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla.          Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo. Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodilla...

Decálogo del perfecto cuentista

Horacio Quiroga Decálogo del perfecto cuentista I Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo. II Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo. III Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia. IV Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón. V No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas. VI Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de obs...

Generación del 900

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Generación del 900 A fines del siglo XIX Uruguay atravesó grandes procesos de cambios, entre ellos, la modernización del agro y  las exportaciones del ovino y del lanar. Los buenos precios levantaron al país de la “crisis del 90” sin necesidad de reformar estructuras tradicionales. Durante la primera presidencia de José Batlle y Ordóñez (1907-1911) se realizaron varias reformas y obras públicas en el país, entre ellas: las obras en la usina eléctrica, la independencia del financiamiento inglés para el ferrocarril, las mejoras de los caminos de la campaña, que favoreció la producción nacional y así, se ampliaron las riquezas del país. Se produjo una expansión de la escuela secundaria en los departamentos, las alzas económicas a nivel regional y mundial, aumentaron las relaciones internacionales de nuestro país. Particularmente, Montevideo del 900 pertenece a la clase social alta. La influencia europea lo dominaba todo: paseos, casas, deportes, vestidos y alimentos. Es una ...

Biografía de Horacio Quiroga

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Marcado por un destino siniestro el novelista y cuentista, Horacio Silvestre Quiroga Forteza, n ació en Salto el 31 de diciembre de 1878. Un cúmulo de desgracias y tempestades, lo acompañaron durante sus  primero años de vida. Su padre,  Prudencio Quiroga, fallece víctima de un accidente de caza, deporte al que se dedicó como jefe de una familia pudiente de la época. Su madre, Pastora Forteza, lo educó junto a su nuevo compañero, Ascensio Barcos, padrastro de Horacio. Ascensio, producto de una parálisis casi total, decide suicidarse en su silla de ruedas con una escopeta, también de caza. Horacio entonces, recibió un golpe moral altísimo luego de haber apreciado este horrible hecho con sus propios ojos.  Su vida continuó y realizó sus estudios primarios y secundarios en Montevideo, demostrando desde muy joven interés por la literatura y el ciclismo. Como ocurre con casi todo el mundo, el amor golpeó la puerta de este joven, y en   las fiestas de carnaval de 18...

Horacio Quiroga - EL HIJO

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Horacio Quiroga "Más Allá" EL HIJO           Es un poderoso  día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.          Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.          —Ten cuidado, chiquito —dice a su hijo; abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su hijo comprende perfectamente.          —Si, papá —responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa, que cierra con cuidado.          —Vuelve a la hora de almorzar —observa aún el padre.          —Sí, papá —repite el chico.  ...

Bienvenido !!

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Bienvenido al curso de Literatura! Espero que puedas encontrar material relevante para tu formación como estudiante !!  Adelante y muchos éxitos  !!!

Horacio Quiroga - El alambre de púa

Horacio Quiroga (1879-1937) El alambre de púa ( Cuentos de amor, de locura y de muerte , 1917)           Durante quince días  el alazán había buscado en vano la senda por donde su compañero se escapaba del potrero. El formidable cerco, de capuera —desmonte que ha rebrotado inextricable— no permitía paso ni aún a la cabeza del caballo. Evidentemente, no era por allí por donde el malacara pasaba.          Ahora recorría de nuevo la chacra, trotando inquieto con la cabeza alerta. De la profundidad del monte, el malacara respondía a los relinchos vibrantes de su compañero, con los suyos cortos y rápidos, en que había sin duda una fraternal promesa de abundante comida. Lo más irritante para el alazán era que el malacara reaparecía dos o tres veces en el día para beber. Prometíase aquel entonces no abandonar un instante a su compañero, y durante algunas horas, en efecto, la pareja pastaba en admirable conserva....

Horacio Quiroga - La insolación

Horacio Quiroga (1879-1937) La insolación ( Cuentos de amor, de locura y de muerte , 1917)           El cachorro Old  salió por la puerta y atravesó el patio con paso recto y perezoso. Se detuvo en la linde del pasto, estiró al monte, entrecerrando los ojos, la nariz vibrátil, y se sentó tranquilo. Veía la monótona llanura del Chaco, con sus alternativas de campo y monte, monte y campo, sin más color que el crema del pasto y el negro del monte. Éste cerraba el horizonte, a doscientos metros, por tres lados de la chacra. Hacia el Oeste el campo se ensanchaba y extendía en abra, pero que la ineludible línea sombría enmarcaba a lo lejos.          A esa hora temprana, el confín, ofuscante de luz a mediodía, adquiría reposada nitidez. No había una nube ni un soplo de viento. Bajo la calma del cielo plateado el campo emanaba tónica frescura que traía al alma pensativa, ante la certeza de otro día...